Si hace 40 semanas nos hubieran contado dónde estamos ahora, no nos lo hubiésemos creído. Si hace 40 semanas nos hubieran profetizado que nuestro Proyecto Platea iba a ser padre de una criatura, este caso dos (véase el cartel), primerizo y orgulloso, con esa increíble carga de responsabilidad que la paternidad conlleva, y entre los suyos, nos hubiéramos tirado al suelo, no de risa, sino por el vértigo. Y es que nuestra criatura se nos hace mayor, se pone de largo para ofrecerse a nuestro público más exigente: el de nuestra ciudad. Ese que, aunque nos conoce, quiere que avancemos y crezcamos sanos, sin debilidades y orgullosos de nosotros mismos. El mismo que nos ha apoyado desde el principio, confiando en nuestro proyecto y participando de nuestras alegrías como si fueran propias. Por eso y por mucho más, hoy estamos a las puertas de ofrecerles algo que hemos preparado con mucho cariño, esfuerzo y mucho, mucho respeto. Se cumple uno de los principales objetivos de esa idea que en septiembre vio por fin la luz, y que hoy es una realidad: crear una compañía de corte profesional, al abrigo de una escuela de interpretación que no pretende más que poder devolverle a su ciudad la confianza que ha depositado en ella. Proyecto Platea quiere quedarse, ésto es solo el principio. El teatro en nuestra ciudad siempre ha tenido quien lo quiera y quien lo cuide, y queremos que siga siendo así. Prometemos solemnemente quererlo y cuidarlo, siempre. El teatro es vida y es cultura. Y en un mundo endiabladamente veloz, la vida y la cultura deberían ser una prioridad. Paremos un poco. Respiremos. Vivamos. Vayamos al teatro.